Iba yo en un coche, a las 2 de la mañana. Acompañada por un hombre que no conocía, pero que me hacía sentir segura. En realidad, pasar toda la noche con ese hombre no se me hacía una idea del todo extravagante o perversa. Igual necesitaba una copa, o dos, pero ya estábamos rodeados de bastante decadencia.
Estaba yo en una habitación, a las 3 de la mañana. Los tubos de luz fluorescente daba a aquella estancia una sensación de insoportable impersonalidad, como si estuvieran acostumbrados a verte morir alli, y no les importaran. Me sentí morir, y esta vez no había ni alcohol, ni cigarrillos. No había salida. Cuando empezó a sonar Carmen me sentí un poco confortada.
Estaba yo, a las 4 o las 5, en el frío invierno. Apoyada contra la pared. Las palabras se pierden como lágrimas en la lluvia. Expiré mi último aliento con vaho y me rendí.
Estaba yo, a las 6 o así. Estaba. Estaba él. Y me dijo te quiero. Como en toda buena película, las palabras indicadas en el momento menos indicado.
Iba yo en un coche, a las 8 de la mañana...
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