Por mucho que intente escapar, la nostalgia me persigue. Nostalgia de todo, nostalgia de nada. Como es una presencia perenne, a veces con más páginas y a veces con menos, estoy empezando a asumir que mis decisiones para librarme de ella son inútiles. Espero que esa comprensión conlleve dejar de preocuparme.
Siendo yo, probablemente no. Quizá conlleve a dejar de tomar decisiones. Que queda más bonito que especificar que tales decisiones que se dejan de tomar apelan únicamente a las decisiones movidas por el miedo. Ah, no, esto también queda bonito. Poner palabras como miedo dolor, diluir o corromper quedan muy bonitas, soy una gran aficionada de poner lo bonito.
P.D: Y me voy al campo, como decia antes. No a ese tipo de campos donde se corre a cámara lenta, o donde uno se sienta entre las flores con sombreros de rafia. Es más bien ese tipo de campos con basura, hiperpoblación, drogas y una alarmante insalubridad. Me llevaré mi sombrero de rafia y las tazas de te dentro de la cesta de mimbre.
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