En realidad yo no venía a escribir sobre esto. Yo venía a escribir sobre por qué de pronto me encuentro hablando todos los días con él, sobre por qué de pronto me coge de la mano o me aplasta la nariz con su dedo índice cuando estoy triste, o esa forma totalmente respetuosa y forzada de tocarme el pelo, porque sabe que es algo sagrado para mí, y teme transgredir esos límites. Pero entro aquí y leo 99 entradas. Esta es la número 100. E inevitablemente pienso lo mucho que he rodado desde que escribí la primera, desde que escribí mi primera entrada en el fotolog, y sobre todo la primera en el espacio. De esa me acuerdo especialmente.
También me acuerdo de que antes escribía cosas más felices. Ha sido un año duro, pero no creo que esa sea la razón (pausa para pensar la razón). No, no se me ocurre. Pero me lo pensaba menos. Todo me lo pensaba menos. Me siento orgullosa de lo mucho que he profundizado en temas de filosofía y estética, y el formato blog me parece que se presta mucho más a este tipo de escritos.
Pero es verano. Mi veneración por el consabido "estamos de vacaciones" es muy estricta. El verano pasado fue maravilloso y horrible a la vez. Por una vez voy a ser clara, y aunque no me gusta ser clara, lo escribiré más por puro autoconvencimiento que por deseo de ser escuchada:
Quiero vivir.
Quiero vivir este verano como no he vivido otros. Quiero cambiar y ser más yo, olvidarme de lo que se supone que debería de ser, porque siempre que lo hago soy más yo.
Quiero ser más tú, y contigo.
Lo quiero todo, y lo quiero ahora
Siempre tendré ese deje de melancolía existencial, pero eso no expresa quien soy. Eso es yo, pero ese yo está triste. No sé escribir cuentos, ni sé escribir cosas alegres, pero puedo saber, al igual que no sabía dibujar retratos y un día supe (después de innumerables ojos bizcos casi insertados en las orejas).
Entrada número 100, vida número 4.
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