miércoles, 24 de octubre de 2012

Dejadme marchar

A veces tenemos tanto miedo que rellenamos con realidad los huecos que deberían ocupar los sueños.
Y en ocasiones ocupar nuestro tiempo en cortar la verdura, doblar las sábanas o buscar un trabajo nos quita la esperanza de mirar hacia arriba, de entrar en nuestras mentes o de escuchar la noche.

Vosotros, los que bailáis con las palabras y construis sueños, sois aquellos que deberían comprender que los huecos no se rellenan con pasatiempos. Sois vosotros los que deberíais querer la vida auténtica.

Tenéis que ser valientes para perseguir cosas que os de miedo alcanzar.
Tenéis que ser honestos para estar en paz con vosotros mismos.
Y tenéis que dejarme marchar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hacer del dolor y la tristeza una bandera. Desde aquí, desde el anonimato, me alegra haber descubierto tu blog. Es una ventana abierta a un yo al que nunca he tenido ni la honestidad ni la fe suficientes como para admitir su patente realidad. Debo reconocer que tu blog constituye la forma más sincera y honesta de hablar del dolor y la tristeza, resulta una genuina manera de ser fiel al dolor mismo. En un tiempo en el que Hollywoo y la televisión parecen querer vendernos dolor y felicidad enlatados, poca gente se para a escucharse a sí mismo, a sentir los arañazos y martilleos de su propio dolor, a veces es más fácil leer la etiqueta que ponen desde fuera que aprender a leerte por dentro. Gracias a mi azaroso pasar por tus entradas, he tenido la sensación de estar leyendo una historia que se me antoja harto familiar, pero sobre la cuál no había encontrado las palabras justas. Nunca me he atrevido a alzar esa bandera, nunca he sido honesto en ese aspecto, pues la corriente fue más fuerte que yo. Símplemente opté por admitir mi locura, la locura que hicieron que creyese. No seré tan zafio de desearte mal, pero sí deseo que nunca dejes de sentir dolor, pues éso, mucho me temo, es lo que nos ha llevado a ser lo q eu somos ambos, y lo que hace sentirnos orgullosos en este día. Hoy, querida desconocida, me has arrebatado una parte de mí, y me temo que será así para siempre.