martes, 16 de agosto de 2011

Estética prostética

De la discapacidad a los superpoderes. Ese es el mantra.
Si fuéramos niños, si pudiéramos soñar, ¿qué tipo de cuerpo nos diseñaríamos?. Si nos faltara una extremidad, si naciéramos con una discapacidad, ¿por qué maquillar nuestros defectos, pudiendo modificarlos, convirtiéndolos en nuestro mayor potencial?
Hoy podemos soñar. Hoy la medicina protésica se ha convertido en una estética prostética. ¿Estamos seguros de que queremos, si nos falta una pierna, una imitación que sea simplemente cosmética, que debamos esconder y disimular, fundiéndose en mímesis con nuestro cuerpo, e imitando las consabidas debilidades del cuerpo humano? Eso es la falacia naturalista. No tenemos por qué maquillar, si podemos hacer de nuestra carencia, belleza y mejora. Tenemos la opción de construirnos a nosotros mismos, físicamente hablando.
La estética siempre ha sido soñar. Ir más allá. Fuerza nuestras limitaciones, del mismo modo en que razón kantiana siempre va más allá del mero entendimiento.
Podemos convertir nuestra discapacidad no sólo en capacidad. Sino en moda, o lo que es para mí, arte. Alexander Mcqueen diseñó unas piernas de madera de fresno. Salieron en el desfile, y la modelo "discapacitada" se encaminó en la pasarela. Mcqueen convirtió así aquello que hay que esconder en una invitación a mirar. Nadie se dio cuenta. Parecían botas de madera, un objeto de deseo para las fetichistas de la moda, y no algo de lo que avergonzarse.
El ideal de belleza humano no es el único. No podemos tener miles de concepciones acerca de lo sublime y lo feo, y sólo una de lo bello. Una concepción totalmente antropomórfica. No es lo mejor ser el más humano de los humanos, ¿por qué tendría que serlo? Eso convierte la belleza en algo banal, en algo limitado, y en el motivo por el que el arte dejó de buscarla hace tiempo.
Entonces, no hay por qué quedarse en el entendimiento. Si no podemos llegar hasta la razón pura, al menos podemos llegar a ser superhéroes. Es la meta del futuro. Es nuestro objetivo. Es nuestra realidad.

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