domingo, 20 de febrero de 2011
Me resulta curioso...
Me resulta curioso ver la autocomplacencia de quien está encantado de conocerse. De como se dan la mano sonrientes, de como se retuercen para chuparse sus propias pollas, y entrelazan sus manos sobre sus panzas, mientras los otros se ajustan sus gafas de pasta. Me resulta curioso ver como se relamen ante el filete, y ocultan la muerte, y desangran al niño. Siempre es curiosa la depravación humana, y un espectáculo digno de verse. Vomiten al salir, pero no dejen de mirar
martes, 15 de febrero de 2011
Para el que más quiero
Mares
Los mares que pude crear por ti nunca se acaban. Siempre hay alguna lágrima que pueda añadirse a ese inmenso mar. Unos estigmas invisibles, y una canción, la malagueña
Es todo lo que me queda
Los mares que pude crear por ti nunca se acaban. Siempre hay alguna lágrima que pueda añadirse a ese inmenso mar. Unos estigmas invisibles, y una canción, la malagueña
Es todo lo que me queda
domingo, 13 de febrero de 2011
Luego, yo soy la cobarde
Luego, yo soy la cobarde.
He luchado contra cosas que en vuestro refugio de arena no podríais aceptar
He ido y he vuelto, y se que tendré que hacerlo mil veces más.
Todos tenemos problemas.
Pero luego, yo soy la cobarde.
Ven aquí, quiero que veas lo que yo, que sientas lo que yo.
Luego, igual podrás sonreir.
Pero no me digas que después de eso no tendrás miedo.
Esto no es una película francesa encantadora. Aquí somos todos alemanes.
He luchado contra cosas que en vuestro refugio de arena no podríais aceptar
He ido y he vuelto, y se que tendré que hacerlo mil veces más.
Todos tenemos problemas.
Pero luego, yo soy la cobarde.
Ven aquí, quiero que veas lo que yo, que sientas lo que yo.
Luego, igual podrás sonreir.
Pero no me digas que después de eso no tendrás miedo.
Esto no es una película francesa encantadora. Aquí somos todos alemanes.
martes, 8 de febrero de 2011
Gabrielle
Gabrielle tomó su espada. Debía vengar al mundo. Su sello en la piel, sus vestiduras negras, su armadura pesada. Su espada llameante, a su lado, como siempre. Debía librar al mundo del mal, haciéndole más mal. El calor le subía por el cuerpo. Su rostro se encendió, y al mirar su torso, estaba cubierto de espinas tan puntiagudas como un cuchillo y tan duras como el acero.
Estaba preparada. Levantó el vuelo y sobrevoló el pueblo. Éste estaba asolado de engendros, que escupían su veneno y decapitaban a los inocentes agricultores, que, horrorizados, chillaban y huían despavoridos.
Los compañeros de Gabrielle la miraron. Era el momento de pasar a la acción, y expectantes, sabían que sólo ella podría hacer de esa carnicería el final de todo, el final del horror. Al fin y al cabo, ella era la portadora de la espada. La lluvía caía, puntiaguda, punzante, sobre los campos y las personas. Mantenerse en alto era, cada vez más, un esfuerzo.
Como un halcón, plegó las alas y en caída libre se lanzó a la batalla.
Pero estaba en el bando equivocado. No importaba mucho que ese rafaelita no parara de curar a aquellos que Gabrielle iba matando, nunca sería tan rápido curando como ella matando.
Después hacer unos cuantos ataques, ya en el suelo, arremetió aún con más fuerza y desesperación. Cada vez le costaba más esfuerzo moverse. La armadura que Dios le había concedido era incómoda y no la dejaba moverse. Pero no era sólo eso. Gabrielle estaba cubierta de flechas. ¡Ese maldito urielita desde el cielo la estaba acribillando!.
Ahora entendía, entendía por qué le fallaban las fuerzas, ahora entendía el dolor. Y los que no entendían eran los demás.
No entendían que para salvar a la humanidad, a veces hay que condenarla antes.
Estaba preparada. Levantó el vuelo y sobrevoló el pueblo. Éste estaba asolado de engendros, que escupían su veneno y decapitaban a los inocentes agricultores, que, horrorizados, chillaban y huían despavoridos.
Los compañeros de Gabrielle la miraron. Era el momento de pasar a la acción, y expectantes, sabían que sólo ella podría hacer de esa carnicería el final de todo, el final del horror. Al fin y al cabo, ella era la portadora de la espada. La lluvía caía, puntiaguda, punzante, sobre los campos y las personas. Mantenerse en alto era, cada vez más, un esfuerzo.
Como un halcón, plegó las alas y en caída libre se lanzó a la batalla.
Pero estaba en el bando equivocado. No importaba mucho que ese rafaelita no parara de curar a aquellos que Gabrielle iba matando, nunca sería tan rápido curando como ella matando.
Después hacer unos cuantos ataques, ya en el suelo, arremetió aún con más fuerza y desesperación. Cada vez le costaba más esfuerzo moverse. La armadura que Dios le había concedido era incómoda y no la dejaba moverse. Pero no era sólo eso. Gabrielle estaba cubierta de flechas. ¡Ese maldito urielita desde el cielo la estaba acribillando!.
Ahora entendía, entendía por qué le fallaban las fuerzas, ahora entendía el dolor. Y los que no entendían eran los demás.
No entendían que para salvar a la humanidad, a veces hay que condenarla antes.
lunes, 7 de febrero de 2011
miércoles, 2 de febrero de 2011
cuaderno de bitácora. día 3
parece que llevo toda una vida aquí. batallo continuamente por míseros dirhams, bebo te a todas horas y la comida no podía ser más deliciosa. me siento como en casa, en el caso de que mi casa fuera un campo de minas. es extraño y liberador. me siento mejor que antes, y mas independiente que nunca.
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