El postmodernismo tuvo en sus inicios como objetivo el rechazo de los viejos pasados ideales, de los grandes optimismos y pretensiones. El postmodernismo rechazó "los grandes", pero paradójicamente, fue en "los grandes" en quienes radicó sus tesis. La negación de esos pasados idealistas fue una batalla tan cruenta que resultó ser tan magnífica como sus enemigos los modernistas habían pretendido con sus felices conceptos constructivos.
Y al final, sus negaciones resultaron ser afirmaciones veladas. Porque el modernismo subsistió mucho después que el postmodernismo. Aún rechazándolo, los fantasmas idealistas del pasado calan más nuestros huesos que los postmodernos, quizás porque cuando quieren, pueden pasar desapercibidos, siendo más apacibles y cercanos, más paternalistas que los fieros postmodernos.
Resulta irónico que conceptos postmodernos consagrados resulten ideales e insostenibles, en lo tocante a las nuevas tecnologías, y pervivieran mucho menos que sus predecesores.
Finalmente, el mayor anhelo postmoderno se volvió contra él. Pero ya sabíamos que su tiempo de vida habría de ser, como no, muy dulce pero demasiado corto.
Y al final, sus negaciones resultaron ser afirmaciones veladas. Porque el modernismo subsistió mucho después que el postmodernismo. Aún rechazándolo, los fantasmas idealistas del pasado calan más nuestros huesos que los postmodernos, quizás porque cuando quieren, pueden pasar desapercibidos, siendo más apacibles y cercanos, más paternalistas que los fieros postmodernos.
Resulta irónico que conceptos postmodernos consagrados resulten ideales e insostenibles, en lo tocante a las nuevas tecnologías, y pervivieran mucho menos que sus predecesores.
Finalmente, el mayor anhelo postmoderno se volvió contra él. Pero ya sabíamos que su tiempo de vida habría de ser, como no, muy dulce pero demasiado corto.