lunes, 22 de diciembre de 2008

Esa lánguida figura




Esa lánguida figura vestida de negro, decadente, anula mi existencia.
No se mueve, silencioso, no nos dice nada.
Pero cuando me detengo a pensar en su existencia, manos me atenazan.
Me quedo atrapada en la negrura, porque él es para mi, oscuridad. Me produce dolor pensar en su mera existencia, y placer. Es sublime mi sentimiento
Nunca viene, siempre está, y a veces se me aparece, se me revela, y es arrollador. Su ser es sublime

El caminante es motor inmóvil
El caminante, mi caminante, a veces es humo entre mis dedos. No se deja apresar, y eso sólo hace que lo desee más. Parece astuto, pero es ignorante y no me ve, lo cual sólo lo hace, una vez más, sublime

lunes, 3 de noviembre de 2008

Comentario a Crimen y Castigo


Dostoievski nos presenta multitud de temas a tratar en su obra, pues tanto ésta como su autor fueron inspiración de multitud de literatos en generaciones que se extienden más allá de su propio siglo.
La introspección es algo muy claro en esta novela. Toda la obra gira en torno a Raskólnikov; sus pensamientos, sus sueños, sus temores, sus reflexiones. Él es el universo alrededor del cual giran los demás personajes y las acciones. Cuando Raskolnikov se tortura, el lector siente que la atmósfera decae en una mortecina luz, el azul es menos azul, y el sol no brilla resaltando la riqueza del paisaje, sino que lo torna pálido y desvaído. El viaje de Raskólnikov es interior. Del punto de partida, su teoría del superhombre, al punto final, en el que abandona sus teorías y abraza una nueva forma de vivir, no sale de sí mismo. La introspección nos hace conocer muy bien al personaje; su soberbia inicial, que le permite cometer el asesinato por ser “un acto benévolo”, librando al mundo de la usurera, un personaje tan despreciable y que perjudica a los que le rodean. Él, en cambio, es un ser superior, que ha de decidir quien vive y quien muere, y que puede obtener lo que quiera de cualquier persona mientras esto sirva para hacer las grandes cosas a las que está destinado como superhombre. Según tal teoría, al cometer un crimen no debería existir sentimiento de culpabilidad en absoluto, pero al ponerlo en práctica, Rodia se tortura de tal manera que cae enfermo, de modo que los lectores puedan ver como su tortura psicológica se convierte en física. Las personas que le rodean, en general mujeres fieles, sumisas y sacrificadas hasta puntos insospechados, están prácticamente a su servicio, intentando hacer lo posible para que se sienta bien, y siendo en todo momento complacientes; mientras que Rodia se muestra orgulloso y altivo. Su fiel amigo, Razumijin, también vela por él.
Es importante la ambivalencia del personaje. Rodia tiene constantes cambios de humor, a veces es “bueno” a veces es “malo”, es manso unas veces y agresivo otras. Raskolnikov no sólo se debatía ante lo que había hecho, sino que se debatía acerca de su fortaleza. ¿Era él un hombre superior, un hombre fuerte, un líder comparable a Napoleón, o acaso era uno de los débiles, que no merecen ni ser mentados?. Según sus teorías, siendo como él creía un superhombre, no debía arrepentirse de lo que había hecho, sino sentirse pleno por haberse comportado como debía. Por el contrario, Rodia se encontraba mal, enfermaba. El personaje se rebullía interiormente. En un pasaje en concreto, caminando por la calle se encuentra con una joven bebida y tirada en un banco. Su primer instinto (el subconsciente), le incita a ayudarla; busca a un policía y le informa de la presencia de la joven, y llega a darle dinero para que pueda volver a su casa. Acto seguido, se arrepiente, pensando que qué han de importarle a él las desventuras de esa joven (mentalidad de superhombre). Otro ejemplo de ello es que Rodia necesita a su amigo Razumijin, y muy a menudo le trata de malos modos, pidiéndole que se aleje de él a pesar de la necesidad de sus cuidados y de la paz que a menudo consigue transmitirle (de hecho el nombre de Razumijin viene de razum: razón, inteligencia)
A pesar de todo, uno de los rasgos que a mi modo de ver es más interesante es la doble moral que exhibe la obra. Por un lado, tenemos la moral que Raskolnikov sigue, la moral del superhombre, de la cual no necesitamos explicar mucho para poder relacionarla inmediatamente con Nietzsche. Es la moral que le permite matar a la vieja usurera “despreciable”. Siendo una novela psicológica, enseguida nos metemos en la piel de los personajes y el lector se identifica con ellos, pero teniendo una larga tradición de una moral cristiana, corremos el riesgo de ver la autoflagelación del protagonista como su justo castigo “moral”; el sentirse mal, el no poder seguir con el curso de su existencia y las repercusiones físicas que le llevarán a guardar cama, no pudiendo hacer otra cosa. Un lector menos atento será esto lo que interprete.
Sin embargo, debemos fijarnos en las pretensiones del autor. Crimen y castigo no es una novela psicológica por nada. Debemos ver el mundo acorde a como lo ve el protagonista, en cuyo caso la tortura no significaría la ración de justicia del protagonista, sino la demostración de que Rodia no es, en el fondo, ese superhombre que creía, capaz de gestas heroicas y con un gran futuro por delante, precedido e inaugurado por el acto generoso de matar a una usurera perjudicial para aquellos que la rodean, siendo él el único con la suficiente fortaleza y dignidad para hacerlo. Raskólnikov sólo es un pobre estudiante de derecho, hundido en su miseria económica, que no es capaz de hacer esa mínima gesta. Si no puede Napoleón matar a un ser dañino para su sociedad, ¿cómo entonces podría dirigir sus tropas, asumir responsabilidades y ostentar mano firme?. Raskolnikov se siente un cobarde, uno de los débiles. Desde esta perspectiva, nos metemos en la piel del superhombre y vemos al protagonista como un personaje débil e incapaz. Si no lo leemos atentamente, podemos dejarnos llevar por una moral más de tipo kantiano y olvidar al Nietzsche que late en las venas del personaje principal: “Su vergüenza no la provocaban los grilletes ni la cabeza rapada. Le habían herido cruelmente en su orgullo, y era el dolor de esta herida lo que le atormentaba. Qué feliz hubiera sido si hubiese podido hacerse a sí mismo alguna acusación. Qué fácil le habría sido soportar incluso el deshonor y la vergüenza (...) Se sentía humillado al decirse que él, Raskolnikov, estaba perdido para siempre por una ciega disposición del destino”. A Rodia le dolía mucho más sentirse un hombre débil, un hombre incapaz de guiarse por la moral de aquellos hombres superiores. Al ser débil, estaba guiado por el destino, y no por los dictados de su propia voluntad. Rodia llevaba años madurando la opinión de que estar a merced del destino era algo malo, que ser de los débiles era algo malo, pues así sólo sería un instrumento de aquellos hombres que sí supieran guiar sus propios destinos.
Sin embargo, cuando estaba en Siberia como prisionero, después de haber admitido su derrota y haberse entregado a la policía (sin ninguna necesidad, pues ya habían encontrado un falso culpable), y después de pasar un tiempo allí, doliente por su herido orgullo, encontró por fin una esperanza, un nuevo motivo para vivir, y algo que guiara sus esfuerzos; Sonia. El amor fue lo único que consiguió sacar a Rodia de su pozo, y fue entonces cuando pudo dejar atrás sus teorías y sus anteriores pensamientos, y pudo mirar al frente por vez primera. Entonces es cuando ya no le importa estar en la cárcel, y los siete años que quedan de su condena los afronta con optimismo: “Pero aquí empieza otra historia, la de la lenta renovación de un hombre, la de su regeneración progresiva, su paso gradual de un mundo a otro y su conocimiento escalonado de una realidad totalmente ignorada”



miércoles, 29 de octubre de 2008

Emo: el romanticismo inculto del siglo XXI













Antes a las tribus urbanas se les llamaba "corrientes". Una forma de pensar, una forma de escribir, una forma de vivir. Ahora es una forma de vestir, una forma de fotografiarse, una forma de alojarse en internet. De una forma de ser, a una forma de parecer.
El parecido entre estas dos imágenes es mayor de lo que querríamos. La mayor diferencia que podría verse es la forma de expresarse. En un mundo de la imagen, quien va a hacer un esfuerzo para poder leer y escribir.
En el romanticismo, se desarrolló el sentimiento de lo sublime, el amor por la muerte, la concepción del uno desgarrado. Los románticos siempre estaban desgarrados por algo, pero en realidad el sufrimiento no es su característica más reseñable, sino el aburrimiento. El romanticismo es aburrimiento, aburrimiento de la vida, de la existencia, aburrimiento de lo que te rodea. Y muy aburridos están los emos.
Uno murió de tuberculosis, los otros igual saben lo que es la gonorrea. Es sólo un estilo de vivir, un estilo de morir.
Muriendo de amor siempre. No sabemos muy bien por qué se visten asi los emos, pero no es que los hombres románticos no fueran nenazas, como los emos.

Los emos son los nuevos románticos porque se aburren, pero aman la belleza, y les gusta llamar la atención. Los románticos pretendían destacar con sus escritos, los emos con sus myspaces.

Lo más relevante de esto es que, de corrientes pasan a ser tribus urbanas porque no son literatos, filántropos y pensadores, sino son quienes mejor peluquero tienen, quienes mejor salen en las fotos sacadas desde arriba y más delgados están. El paso de las letras a las imágenes es tan drástico que no queda ya rasgo de lo anterior, y ya no hace falta ser inteligente o culto para escalar en los puestos sociales.

Así, como pueden existir corrientes hoy en día??

lunes, 27 de octubre de 2008

Rosa chicle y demás

Es por todos sabido que las mujeres, como bonitos clichés que somos, debemos estar siempre perfectas por fuera, y siempre fuertes por dentro. En un mundo misógino, en el que las misóginas somos nosotras, todas debemos tener las piernas perfectamente cruzadas mientras nos echamos gloss, y conversamos acerca del arte.
Se requiere de nosotras las perfectas prostitutas de lujo, que sepan de filosofía y lleven trajes de chaqueta.
Se requiere que no seamos "más emocionales" que ellos, y que no tengamos estados de ánimo alterados, que seamos tan competentes y más, tan inteligentes y más, tan guapas y más.

Lo requerimos nosotras, y aunque seamos misóginas, nuestra perpetua culpabilidad de la nada siempre hará que seamos mejores de lo que hubieramos sido.

viernes, 30 de mayo de 2008

La moda es arte "por supuesto"

Aunque ahora mismo es muy difícil definir el arte, a lo mejor si que sirve decir que el arte, al igual que la moda, no conoce barreras. De hecho ha sido una trayectoria similar, porque al principio la moda y el arte estaban atados, encorsetados (nunca mejor dicho) y si en el arte por ejemplo debíamos ser fieles a la mímesis y representar lo que veíamos; el paisaje, un retrato... La moda tenía los mismos problemas (no se podían enseñar las piernas, no se podían poner escotes...)

Ahora ambas están liberadas, y no son pocas las veces que he visto en Vogue vestidos similares a los cuadros de Pollock, o estampados tipo Litchenstein, Mondrian... igual que mujeres vestidas (casi siempre por Galliano) al estilo goyesco. Es un gran ¿Por qué no? Y me encanta. Lo mejor es que después de transgredir las barreras, comienzan las ironías. Quien se vestiría ahora de los ochenta? permanente, colores flúor, hombreras. Aunque se revisitan ciertos toques ochenteros a menudo, nunca ha vuelto del todo.



Y aquí lo interesante. que a veces sí que vuelve. Son muchas ya las veces que veo a personas totalmente vestidas de los ochenta, y he pensado que es algo comparable a lo que sucede en el arte, poniendo el ejemplo de la monocromía.

Los primeros cuadros monocromos los hizo Málevich. Estos tenían un sentido, al igual que los de Klein y compañia. a medida que avanzaba el tiempo cada nueva sesión de cuadros de un solo color tenían un significado. La busqueda de la cuatridimensionalidad, el infinito, desesperanza, desmaterialización del arte... lo que fuera. Pero eso era la época moderna. en el modernismo se buscaba la experimentación, la novedad, pero ahora estamos en una época posmoderna (o estábamos...¿alguna sugerencia?) ya agotaron tanto la monocromía neoyorquina que ahora sólo nos queda la ironía. Hacer monocromos ahora no con intención de descubrir algo nuevo, sino revisitarlo sin inocencia. Si uno cuando ve un cuadro monocromo, y lo valora como antes, viéndolo como algo transgresor, juzgándolo seriamente, por lo visto queda un poco mal, cuando los artistas lo que les gusta es reírse de nosotros, meternos en un juego en el que debemos conocer las reglas. Todo el arte pop era un chiste, y un chiste sublime. Tanto usar iconos, un arte de la trivialidad... ¿¿admirar esa caja brillo que usas para lavar la ropa?? me parece algo maravilloso y me emociona.

En la moda es lo mismo. Sin embargo la moda está encadenada por lo cotidiano, al igual que el arte está encadenado por su estatus de "cosa muy especial". Uno no percibe la ironía de "disfrazarse", de vestirse de una época que no es la tuya, los ochenta es la que más se usa ahora para estas "comedias de similitud" que dicen los del mundo del arte. La mayoría de la gente te llamaría hortera, pero no se fijan, ni piensan, en tus intenciones al vestirte así. Porque para muchos, la moda no es algo relevante y es algo frívolo. Pero yo pienso que si la moda es algo frívolo, el arte también. Sólo se trata de un placer estético, o en todo caso de que te atraiga (para bien o para mal)