Más de 10 años han pasado, desde la primera vez. Desde la primera vez que escribí aquí, mis primas han crecido, y tienen edad para empezar a escribir sus propios posts llenos de angst adolescente. Aquí he hablado de todos aquellos que han pasado por mi vida. Puedo remontarme hasta ver mi dolor cuando aplastada por una relación que me consumía, y empecé a desaparecer hasta hacerme diminuta. Lágrimas cuando escribía pensando en que una persona me había dicho que era la sombra de lo que antes era. Después, liberación y culpabilidad. Y asentamiento, y autoafirmación. Mis secundarios, mis antagonistas y los amores de mi vida están ahí. Y el dolor. Tanto dolor.
El problema empezó con moldear el dolor para darle significado, o al menos encontrar un oscuro significado en el dolor. Pero los adultos no piensan así, o no piensan en absoluto.
A veces, has de cancelar y bloquear para sobrevivir. Mi padre ha muerto, y veo en este blog cómo su llama se empezaba a apagar, y mi lucha interna al respecto.
Después de diez años, veo mi camino de la misma manera en que lo veía antes. Mi monólogo interno tiene la forma de yo sosteniendo una antorcha y caminando en la oscuridad. Sola. Y siempre lo he pensado así. Rodeada en todo momento de gente que me quiere, muy pocas veces me he sentido realmente sola. Y sin embargo, cuando escribo aquí, una plataforma me eleva y aisla del mundo exterior. Y me descubro a mí misma, poco a poco, caminando en la oscuridad.
Porque yo sé que siempre elijo el camino más largo, sé que nunca llegaré a mi destino. Pero en días como hoy comprendo lo que dicen que lo importante es disfrutar el viaje. He aprendido que nunca será suficiente, que siempre voy a estar yendo, y en mi mente, siempre sola. Porque el interior de mi mente es insondable, pero lo más parecido que hay a comprenderme, es leer esto.