lunes, 14 de julio de 2014

Mira arriba, está flotando

Es todo muy raro, y sienta muy raro. Aunque ahora me pagan por lo que escribo, no estoy escribiendo para mí. Yo no sabía escribir de otra manera, y cuando escribía era mi forma de comunicarme conmigo misma. Pero creo que para pensar a través de las palabras tenía que tener al menos una cosa sólida en mí, y entonces no la tenía.
Yo era aire, y como tal, me sentaba estática en el suelo de una habitación que no era mía, y dejaba fluir mis pensamientos a mi alrededor, sin poder atraparlos y ponerlos en mi corcho como antes hacía. No sabía con cual quedarme y cual desechar. Pero curiosamente aprendí a no depender de nadie.
Verás, cuando atrapas tus pensamientos al escribir estás proporcionándoles un enfoque, dándoles cuerpo haciendo consistentes tus miedos y disfrutando de tu dolor. Pero a veces no hay enfoque que darles, porque no sientes nada, o lo sientes todo, simplemente no hay marca que imprimar. No puedes forzarte a tener una opinión.
Los demás, en cambio, tienen opinión. Mientras yo miraba mis sentimientos ondular como el humo de un cigarrillo, absorta, fascinada e incómoda, la gente que me rodeaba los cogía, LOS ROBABA, y los ponía en su discurso. Yo pensaba que igual necesitaba consejos, pero no te equivoques. Tú y solo tú eres el padre de tu muerte. Nadie que enmarque tus dudas en su discurso puede tener buenas intenciones. Demasiado oportunista, demasiado rotundo.
Así que no volví a dejarlos flotar delante de nadie. Me sentaba en el suelo y los miraba y los miraba sin entender nada, porque antes yo siempre había sabido contextualizar mis sentimientos, entender de dónde venía uno y qué relación tenía con el otro y qué era lo que necesitaba.
A ciegas, hice como un humo y floté hacia donde se me llevaban en ese momento, en vez de decidir y luchar como siempre antes había hecho.
Y aprendí que no necesito a nadie que me diga nada. Solo mirando supe lo que tenía que hacer sin saberlo conscientemente. Ahora entiendo lo que hice, y entiendo que soy mayor y mejor, y entiendo que soy más feliz, y entiendo que la pasión que conservo me guía más allá de lo que entiendo.

Muchos fuegos se han apagado por el camino, pero el mío sigue aquí. Me guía y me protege, alimenta mi ambición, me hace más bella y más real. Y algún día sé que moriré consumida entre las llamas de mi pasión, porque mi cuerpo no podrá contenerlas. Entonces y solo entonces, otra persona tendrá la oportunidad de ver el humo escapándose de mi cuerpo, liberando todos los pensamientos, toda la luz, toda la pasión y el poder que soy (era) yo.