martes, 9 de julio de 2013

Poderoso caballero

El dinero siempre va a caer donde le place.
Cuando pierdes la salud, pierdes la salud.
Cuando pierdes el amor, pierdes el amor.
Pero cuando pierdes el dinero pierdes también la dignidad.

No estoy hablando de la escasez de recursos, ni del hambre. Estoy hablando del dinero, y del dinero en el primer mundo. No sé como se sienten los niños que trabajan 8 horas para ganar un dólar, y creo que no puedo saber cómo se sienten. No me siento ni creo que me sienta jamás con autoridad moral suficiente como para hacer un juicio de valor al respecto.
Pero sé como me siento yo.
Cuando no tienes dinero para irte de vacaciones,bueno.
Cuando no tienes dinero para irte de fin de semana con tus amigos, bueno.
Cuando no tienes dinero para comprar ropa, bueno.
Cuando no puedes tomarte una cerveza.
Ni ir a una piscina en verano.
Ni ahorrar un mínimo de dinero para irte del país y tener una oportunidad.

Los "bueno" no te los digo yo, los dice la gente que te rodea. No importa que andes un poco pelado, porque es normal, "tal y como están las cosas". Pero llega un punto en que te planteas la gran pregunta. ¿Miento?
Puedes mentir, y decir que no puedes salir a tomar la cerveza, que tienes que acompañar a tu madre/padre/hermano a ponerse las mechas/ir al carrefour/ natación. Que te encuentras mal. Que estás enganchado a una serie. Que estás absorto en un libro. Que hace demasiado calor/frío/lluvia para salir.
Yo no elegí esa, porque pensé que mi madre no se podría poner las mechas cada semana, y que además tampoco va ya a la peluquería.
Decidí decir llanamente; no tengo dinero. La verdad, decirlo duele, y aún no consigo decirlo siempre, aún pongo alguna excusa de vez en cuando, para sentirme un poco menos mal.
Pero cuando empiezas, hay un daño colateral. La gente te empieza a mirar con algo de pena. Pone una mueca y sabes que tus mejores amigos sienten lástima. Tus amigos a los que sus padres mantienen amorosamente bajo su ala y les respaldarían si algún día se les rompiera un diente en un tropiezo y tuvieran que pagar un dentista.
La gente te trata de vago porque piensa que no te quisiste sacar el carnet, cuando no pudiste pagarlo, y cuando les dices que no puedes no conciben que DE VERDAD, NO, DÉJALO, NO PUEDO, porque según ellos es un gasto que compensa. Sí, pero sigue siendo un gasto que no puedes hacer.

Poco a poco, empiezas a culparte. Parece que eres una miserable que se merece lo que tiene (poco). Empiezas a pensar que da igual lo que cobres, que da igual las horas que tengas que trabajar, tú tienes que pagarte esa cerveza de viernes porque si no te mirarán fatal, y la presión empeora. Al principio pensaba que no se me iban a caer los anillos, y de hecho no es cuestión de humillación, sino de dignidad. Esos trabajos que hay por ahí te hacen a menudo perder la misma dignidad que pierdes diciendo "no, no puedo salir a tomar algo". Yo tuve un trabajo que me hacía llorar todas las noches en mi cama, y que cada paso que daba cada mañana hacia el lugar de trabajo mi cerebro me gritaba, me imperaba, que diera dos atrás. No estaba mal pagado, pero no pude soportarlo. Y me sentí culpable. Como si fuese culpa mía el no haber aguantado lo suficiente. Creo que esa experiencia me dejó un poco trastornada hasta el punto de tener bastante miedo a encontrar un trabajo, e incluso a echar un curriculum. Por suerte o por desgracia, ahora mismo hay tan pocas probabilidades de encontrar trabajo que no creo tener que preocuparme mucho por ello.

Yo encuentro mi dignidad débil y mermada. Hace un par de años yo era muy coqueta, muy orgullosa, y muy feliz. Ahora no soy ninguna de las tres. Mi cuerpo se deteriora porque las preocupaciones me han consumido tanto este año que han dejado bolsas en mis ojos y flacidez en mi cuerpo que ya cada vez tenía menos ganas de salir a la calle a airearse. El orgullo lo intento mantener, pero es difícil porque me siento culpable todo el tiempo, como si todo lo que pasa fuera solo responsabilidad mía, como si ahora tuviera que tirarme al suelo como un perro a por cualquier hueso, sin importar que me alimente o no.

Me siento destruida por dentro y por fuera, me cuesta mirarme al espejo y solo espero de los demás cariño y comprensión. Un abrazo pero sin lástima. Y sorprendentemente  hubo gente que me abandonó en esos momentos porque yo estaba demasiado triste, y se despidió exigiendo mi orgullo como tributo. Y lo hice, porque si no, qué más me quedaba. Y no creo que sea solo mi caso, porque yo no pensaba que esto tuviera tantas consecuencias.

Yo pensaba que el dinero era el dinero. Pensaba que era la más importante de las tres. Y este año al menos he aprendido que lo que decía Quevedo sobre el dinero no era relativo solo a la codicia como yo pensaba, sino que es como el viento. Está en todo y en ningún sitio.