Es el hombre aquel ser que tiene dentro de sí un tesoro. Nadie puede robárselo, nadie puede violarlo, vulnerarlo. Ese tesoro está siempre a cubierto, y no está en nuestra voluntad cedérselo todo a otros. No se puede entrar dentro de un hombre. Pero el hombre puede, por medio de la simple relación dialéctica, compartir momentánea, fraccionada y fugazmente, un poco de su tesoro con otros.
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